6 dic 2007

Adiós, pequeño saltamontes.

No todos nacemos en una casa en la que reina la estabilidad, y donde hay un plato que se repite todos los domingos. No todo el mundo conoce paz en su vida familiar, ni la sensación de placidez de levantarse tarde un día de fiesta, después de una noche de sueño tranquilo. Alguna gente ni siquiera puede, por lo vivido, darle a la palabra familia un significado que evoque buenos recuerdos.

Hermes no tuvo bicicleta cuando era un niño y todavía tenía edad de ser un niño. Apenas juguetes, aunque sí tuvo hermanos con quienes jugar. Al menos eran una familia rica en recursos humanos.
Veía a su padre llegar cansado, bañado en lluvia y salpicado de sangre por fuera; empapado de alcohol y anegado de tristeza por dentro, como cualquiera hubiera hecho en su mutilado pellejo. Como primogénito, Hermes se sentía responsable de sus hermanos, de sus padres, de la casa, y por fín, de todo aquello que parecía desbordar a su madre.
Pudo con el colegio, con sus hermanos, sus padres y su casa, todo a cuestas, todo a costa de dejar de ser un niño cuando todavía tenía edad para serlo.

A medida que sus hermanos se fueron haciendo mayores, pudo visitar a sus tías de la capital más a menudo y por temporadas más largas. Pudo estudiar; y pudo haber estudiado más, pero por primera vez libre de todos los pesos que había cargado durante años, quiso tomar unas vacaciones de sus responsabilidades.


A veces el destino se despista y nos da una oportunidad de cambiar el trazado del viaje. En esos momentos, la gente como Hermes, que sabe estar en el lugar adecuado, aprovecha para colarse por la puerta de salida del tren de lo establecido y lo convencional para seguir a pié el peligroso y desconocido camino de lo inesperado.
Activista, trabajador, artista, deportista… persona. Ecce homo.
…Y el hombre encontró a la mujer, por casualidad, como en todas las historias de amor que merece la pena escuchar. Entonces fue niño, aunque ya no tenía edad para serlo.
Un niño feliz, que no necesita juguetes porque tiene una imaginación capaz de construir la felicidad sobre el aire, pero que sin aquellos juega, que ama la vida y se siente orgulloso de lo luchado, y se ve recompensado. Merece la pena vivir para volver a ser un niño.
Está en la naturaleza del ser humano querer conservar lo bueno, y Hermes tenía ahora una vida que quería para siempre.
Ella no quiso llevar un contrato rodeando su dedo.
Hermes ya se había roto y recompuesto muchas veces antes. Esta vez no sería diferente, aunque la cicatriz fuese mayor. Hubo otras ellas, pero no conocieron al niño.


Pocas cosas hay más dolorosas que renunciar a la esperanza, y pocas más agónicas que mantenerla cuando las fuerzas opuestas son tán aplastantes. Sin decidirse entre el dolor o la agonía, siguió Hermes su vida hasta que el destino reclamó al que siendo niño se le había escapado, y el que fue león al nacer, se convirtió en cangrejo para morir.
No tenía edad de niño. No era un niño. Sólo era demasiado joven.


(Libremente inspirado en la vida de una persona querida, dolorosamente ausente, y dedicado a su memoria)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

ENHORABUENA.TE FELICITO, POR TU RELATO.ME HE EMOCIONADO AL LEERLO Y ESO NO ES NADA FACIL, LO QUE SI ES DIFICIL ES CONSEGUIR UE MUCHA GENTE SE IDENTIFIQUE CON TU HISTORIA Y NO ACABE DEPRIMIDA POR LA TRISTEZA Y MELANCOLIA QUE HAY IMPLICITA EN ELLE. FELICIDADES, CREO QUE HAY TODA UNA GENERACION QUE PUDO HABERSE SENTIDO COMO HERMES EN ALGUN MOMENTO..AUNQUE ALGUNOS, NO ESTEN DISPUESTOS A RECONOCERLO...

Anónimo dijo...

Tan cruel como real.Dulce, entrañable...Pura melancolía. La vida, que es muy perra a veces. Con unos más que otros, eso sí. Pero ¿acaso no merece la pena vivirla a pesar de todo?
Lo dicho: hay madera aquí, hay madera...
Un abrazo enorme. Estoy deseando meterme en la historia de tu próximo post.

Anónimo dijo...

Me ha impresionado porque si quieres que te sea sincera, en el 70% de tu relato me he identificado, la familia, los hermanos, la infelicidad, y sobre todo el querer ser niño, aún cuando no lo eres y que no te dejen, que te quiten, te arrebaten ese deseo de felicidad, de sentirte querido, amado y comprendido. De las burlas, los despechos, en fin la vida de Hermes es parecida a la mía. Aunque la mía no ha acabado. Gracias y felicidades. Marola

anilibis dijo...

Deberías escribir más, Juanjo

Un beso